El que quiera un pogo cerca de Sid que pague el doble


La historia tuvo y tendrá siempre muchas vueltas de tuerca. ¿Qué viene siendo una vuelta de tuerca? Que más allá del último posible ajuste siempre hay otro, aún suponiendo que te pases de rosca. Esto fue lo que le hice hacer al entrañable Sid Vicious, que no tenía ni la mejor voz, ni el mayor talento, ni el conocimiento musical como para el mínimo plus ultra. Y para colmo era bajista, cosa que es para chicos muy humildes en sus pretensiones –de hecho el que más lejos llegó con un bajo fue un simple Pastorious-. ¿Cómo fue que Sid, que no daba mucho pie con bola en nada específico, pudo trazar un antes y un después en la música? Simple: Vicious tuvo la precaución de no dejar de ser Vicious durante toda su vida. Fracasó en todo menos en eso: en ser el que era. Sí, amigos: hay quienes tienen el futuro en sus manos y quienes lo tienen en sí mismos. Son pocos, es cierto, pero los hay: y Vicious era único. Ni Rotten ni Doherty ni Richards ni Billy Idol lograron el estilo de Sid Vicious para ser Sid. El que quiere celeste que le cueste, pero el celeste de Sid es impagable. Hubo, hay y habrá un solo Sid. Por eso las entradas para ver a los Pistols eran más baratas si te sentabas en los asientos más alejados de Vicious. Porque para estar de su lado había que pagar más y cobrar más... en empujones.

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