Lintérnagas ricoteras


Dejen de sorprenderse con las ocurrencias de los animales. Los perros no andan en patineta desde que salió You Tube. Ya lo hacían en los 70. ¿O nadie vió un alsaciano arrastrando trineos para subirse después, en la popa del artefacto, canchereándola en las bajadas, entre los pinos del territorio al-pino? Ya hubo conejos pastores y cotorras del punk cláshico que danzaron Rock the Casbah en la época de las Pro-Class de fibra de vidrio. Hay luciérnagas que cantan el estribillo que dice, con estridente brillo: “vas a brillar, mi amor”: de hecho, las más modernas –las lintérnagas- son Ipods voladores con la discografía ricotera ya preseteada en 320k. ¿O creyeron que el secreto a voces más grande del rock argentino es patrimonio del ricotero de la primera hora? No se sorprendan más porque les va a pegar mal la sobredosis de asombro: siempre hay algo nuevo abajo y arriba del sol. El asombro está implícito en todo: les tiro una. El otro día llevé al club de los 27 para ver un show del Indio en Tandil. Ahí comprobaron que se podía llegar con dignidad a la barrera de los 60 sin perder un ápice de rock. Uno de los “Curt” me dio la razón de entrada (no sé si Cobain o Ian Curtis). Ahora los dos curten Solari y son fantasmas ricoteros mal.

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