Cansautores por exceso o por defecto

Amigos del roquedal: el gran dilema en el mundo de ese arte a la vez musical y masivo llamado rock es cómo hacer para no venderle el alma al demonio de la negligencia o del perfeccionismo. Porque por un lado tenés el cansautor que te coquetea con la low-fi porque no le queda otra: sólo puede oler a espíritu teen; jamás podría sonar y llegar al Nirvana al mismo tiempo. Entonces trata de hacer Salmones a lo Calamaro y esconderse en la tinta del autor prolífico, para no admitir que no es capaz de sacar ¡cinco temitas decentes! Prefiere hacer 1001 temas malos y darte a entender que no son malos sino inconclusos: “tomá mi preselección… ahora mirá que flash: al disco lo podés editar vos”. Por el lado opuesto tenemos al que tenía pasta de artista y sonaba fresco en sus primeros discos, pero, después del debut, agarra de golpe la partitura y se empieza a poner 3.0 más pesado por cada mega de memoria para la nueva placa de sonido que se ha comprado. ¡Si me das a elegir, loco, te prefiero un poco más básico, pero sin que me entregués el alma! Que lo urbano no te quite lo conurbano, el barrio, el balám-balám del tren que va a la Capital. ¿Cuántos hubo que nos dieron un primer dulce cross en la mandíbula y, ante nuestro primer “te amo te odio dame más”, soltaron la viola y les agarró sinfonitis aguda?

No hay comentarios: