Una sirena para Bryan Ferry y sus amigos


Ser el creador del rock no es fácil, porque el rock al principio empezó dando saltitos pequeños, como nosotros, los sapos, que como mucho te podemos dar un modesto saltito de una baldosa a otra baldosa. Y si es necesario. Porque las baldosas que retienen el calor, esas sí que son las que te asan. A mí las baldosas negras creo que son las que me asan de calor. Aunque siempre me olvido si son las blancas o las negra las que te dan calor. Jason. ¿Cuáles te dan calor? El asunto es que yo tuve que hacer todo tipo de tramitecitos pequeños para asegurarme que el rock tuviese la supremacía que se merecía. Porque no es fácil. Los setenta, por ejemplo, fue todo complicado. Porque al irse los Beatles, uno se queda sin constante. Que es cuando no sabés para dónde va a agarrar la cosa. Es como la isla de Lost, que se van al pasado y después vuelven al futuro, una cosa terrible. Yo de solo ver esa serie ya de solo verla empiezo a sangrar por la nariz. El asunto es que me llama Bryan Ferry un día, en Saint Tropez, me dice: necesito una sirena para poner en la tapa del disco Siren. Vos que sos sapo, por ay sabés algo. Le digo ¿qué tengo yo que ver con los cetáceos? Yo soy anfibio. Pero no te hagás problema. Le conseguí una melliza, la hija de un camionero, una tal Jerry Hall, que después tendría 4 hijos con Mick Jagger.

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