Un día (no tan) perfecto

Me lo estaba oliendo o digamos que me lo veía venir: este domingo 27 no iba a ser un día perfecto. La perspectiva de ver a Macri -esa especie de gato siamés agroexportador- bailando otra vez entre globos amarillos no presagiaba un ánimo esperanzador. Y, como para decirnos a todos los votantes, como en el final de la canción: “cosecharás lo que sembraste”, nos llegó la noticia de Lou. La de esa primera y última gira que a todos los músicos les espera, la Neverending posta (no la de Bob), la que algunos apresuran a los 27, pero que es una fecha fija –la única fija- más tarde o más temprano y no sólo para la familia del rock. Se nos fue Lou Reed para recordarnos que los ídolos también son mortales, que la falsa seguridad de contar con uno de sus nuevos discos no es garantía ni derecho adquirido. Lo conocí: previsiblemente, amigos. ¿O a esta altura todavía creen que al tío Frank se le puede escapar alguna de las páginas más importantes de la historia del rock? Se me puede escapar un Page –que no me quiso pagar la Fender que le vendí-, pero no se me escapó este Dios de la Velvet Underground, que al terminar los 60 tropezó con la banana que le puse en las aceras de New York, para ayudarlo a vivir su primer viaje psicodélico. Vio estrellas ese día. Hasta siempre, Lou. Reap what you sow!

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